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jueves, 3 de enero de 2013

Una carrera científica entre Prusia y Argentina: el itinerario de Hermann Burmeister .Parte IIa.

2013.  Hugo P. Castello, MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".
Reproducción textual del trabajo original de la autora, Sandra Carreras
 

Una carrera científica entre Prusia y Argentina: el itinerario de Hermann Burmeister. Parte IIa.
Sandra Carreras*
 

De acuerdo con el criterio de Burmeister, el Museo sería estructurado en tres secciones: artística, histórica y científica. Como era de esperar, Burmeister se concentró en la organización y ampliación de la sección científica, específicamente de las colecciones zoológicas y paleontológicas, por medio de donaciones, compras, intercambio y caza (Mantegari 2003: 105). Esto provocó necesidad de más espacio e inversiones en atención a los requerimientos de la exposición de las colecciones: Los pedestales de los objetos, antes tan malos que parecían hechos para desfigurar su elegancia, se hallan en gran parte cambiados y colocados sobre los nuevos, con el nombre científico al pie. Estos pedestales están muy hábilmente construidos según los modelos que traje conmigo, pertenecientes a la colección que tenía a mi cargo en la Universidad Real prusiana de Halle. Estas diferentes obras, como también algunos nuevos estantes prolijamente trabajados, han sido ejecutados con la cantidad de 20.000 $ decretada extraordinariamente por el Superior gobierno a solicitud mía, cuando entré en el empleo, para emprender la nueva organización del museo (Burmeister cit. según Birabén 1968: 30).
En 1864 Burmeister dio inicio a la publicación de los Anales del Museo Público de Buenos Aires con el objetivo de introducir a su museo “en la sociedad de sus rivales”, dando difusión a los objetos de historia natural nuevos o poco conocidos conservados en el establecimiento. Para apoyar estas actividades y con el decidido apoyo del rector de la Universidad de Buenos Aires, Juan María Gutiérrez, Burmeister impulsó la fundación de la Sociedad Paleontológica, cuyos socios se comprometieron a colaborar para acrecentar las colecciones y apoyar financieramente la publicación de los Anales (Auzá 1996).
Los Anales aparecieron en un tiraje de entre 200 y 500 ejemplares para poder ser remitidos a “todos los sabios distinguidos y establecimientos científicos de igual clase, europeos como americanos” (Actas de la Sociedad Paleontológica, 1866, cit. en Auza, 1996: 146). De esa manera, Burmeister pudo ampliar también la biblioteca del museo.
La publicación no se realizó sin dificultades tanto económicas como técnicas. El director decidió enviar las láminas y litografías a París porque no confiaba en los talleres existentes en Buenos Aires, pero tuvo que constatar que también en París se cometían errores por falta de vigilancia o de conocimiento. Simultáneamente, Burmeister continuó publicando sus trabajos científicos en el exterior.
Cerrada la experiencia de Córdoba, Burmeister concentró definitivamente sus actividades en el Museo de Buenos Aires. Los testimonios propios y ajenos coinciden en destacar su enorme capacidad de trabajo. Los Anales fueron íntegramente su obra personal; él escribía los trabajos y los ilustraba como eximio dibujante. Suyos eran también los informes y memorias. Su alto prestigio científico facilitaba el acceso de obras de los centros científicos más importantes y acrecentaba la biblioteca imponiendo un progresivo trabajo de catalogación que también fue obra personal suya.
En este contexto, la federalización de la ciudad de Buenos Aires, que fue separada
definitivamente de la provincia del mismo nombre, tuvo repercusiones también en el
ámbito científico. En la recién fundada ciudad de La Plata, la nueva capital provincial, se creó en 1882 un nuevo museo dirigido por Moreno, quien donó a ese fin sus propias
colecciones, en tanto que el Museo Público pasó a depender del gobierno nacional bajo
el nombre de Museo Nacional de Buenos Aires. Burmeister dirigió entonces sus intereses a tres cuestiones centrales: profundizar el reconocimiento oficial de los servicios que había prestado al país, fortalecer el museo en su calidad de institución “nacional” y defender su autoridad de sabio naturalista ante el avance de nuevas posturas y personalidades científicas (Mantegari 2003: 170 ss.). Una carta que en el año crítico de 1890 elevó al Ministro de Instrucción Pública solicitando aumento de sueldo y sobre todo de personal pone en evidencia tanto su estrategia argumentativa como la situación en la que para entonces se e encontraba la institución en comparación con sus rivales:
“Ruego a V.E. que cuando sea presentada mi solicitud a las HH. Cámaras, no olvide recordar que el número de empleados del Museo Provincial de la Plata pasa de treinta, contando  los empleados extraordinarios y que el Museo Nacional del Brasil, en Río de Janeiro, tiene también más de veinte personas empleadas en la conservación y aumento de los objetos. Nuestro Museo Nacional no tiene más que tres... Si el Superior Gobierno considera que ya he cumplido 83 años de edad, de los cuales 28 he servido al país y sin descanso por su fama científica, creo no exagerar solicitando un vicedirector, como tienen la Biblioteca Pública y otras reparticiones de la administración ” (cit. según Birabén 1968: 38).
Burmeister continuó trabajando en su museo hasta que en febrero de 1892, a los 85
años de edad, se cayó de una escalera al intentar abrir una ventana, sufriendo un
accidente de cuyos efectos nunca se recuperó. Pocos meses después falleció luego de haber  logrado que el gobierno aceptara a Carlos Berg como su sucesor.
Autopercepción y realidades
En 1880, la prestigiosa Imprenta Coni de Buenos Aires publicó en alemán un documento que resulta muy revelador en cuanto a la autopercepción de Burmeister y su representación pública. Se trata de un texto proveniente de su propia pluma y contiene el relato detallado de una ceremonia bastante particular, que se llevó a cabo el 19 de diciembre de 1879 para celebrar el 50° aniversario de su doble doctorado. La descripción indica que la ceremonia fue preparada con sumo cuidado. Por la mañana temprano se abrieron las salas del Museo para recibir a quienes venían a saludar al director. En primer lugar se presentó el representante diplomático del Imperio Alemán, el barón de Holleben, quien condecoró a Burmeister con las insignias de la Orden de la Corona de tercera clase. También se hicieron presentes el cónsul alemán Nordenholz y el profesor Carlos Berg, quien hizo entrega de un ejemplar de su obra Hemiptera Argentina al homenajeado, a quien estaba dedicada. Burmeister recibió además dos diplomas, uno de la Facultad de Medicina y otro de la Facultad de Filosofía, que le fueron enviados por la Universidad de Halle a través de comerciantes hanseáticos. Alrededor del mediodía llegaron varios telegramas de felicitación, entre ellos el del ex-presidente Domingo F. Sarmiento. También se hizo presente una delegación de la Sociedad Científica Argentina, cuyo titular entregó al director un busto de su figura, incluida la autorización del gobierno para colocarlo en el museo. Algo más tarde llegaron representantes del Deutscher Turnverein (Asociación
Alemana de Gimnasia), del cual Burmeister era miembro honorario. Los últimos participantes se retiraron a las 16 horas (Burmeister 1880: 1-7).
Pero los festejos no acabaron allí. Algo más tarde, en el elegante Café de París se realizó un banquete para cuarenta y cuatro participantes, cuyos invitados eran todos alemanes o germano parlantes. Burmeister mismo lo inauguró con un brindis en honor al emperador alemán considerando que la fiesta era “puramente alemana y que para todos los
alemanes es sagrado dedicar la primera copa a la salud del jefe del Estado” (Burmeister
1880: 9, traducción de la autora). En medio de la animada conversación que se desarrolló en la reunión, el homenajeado tomó varias veces la palabra e hizo la descripción “de algunas propiedades características de la organización de la Argentina, destacando que daba que pensar que el animal más grande del país, el Megaterio -que por cierto ya estaba extinguido-, perteneciera a la clase de los perezosos” (10). La última alocución de Burmeister se refirió a la condición del sabio, es decir a la propia, para afirmar que éste se cuenta entre los seres más felices, pues su trabajo y profesión constituyen también su placer.
Esta autodescripción contrasta fuertemente con la valoración de Ángel Gallardo,
quien en 1916 veía en Burmeister a “un sabio argentino”, y se acerca más a una expresión frecuentemente utilizada, aunque no profundizada, en la interesante investigación de Cristina Mantegari (2003) para designar a Burmeister: “el sabio prusiano”. La autodescripción es además en buena parte coincidente con los testimonios de sus contemporáneos, ya sea amigos o adversarios, que siempre subrayan su carácter irreductible y su enorme capacidad de trabajo.
Pero contra lo que podría pensarse, lejos de reducirse a un rasgo personal, esas dos
características tan acordes a los códigos prusianos y la ética protestante, reflejan el canon de valores del estrato social del que Burmeister provenía: la Bildungsbürgertum. Esta expresión, que no tiene traducción adecuada en las lenguas románicas, designa en alemán a los sectores profesionales burgueses que, a partir de mediados del siglo XVIII fueron ganando en tamaño, importancia e influencia en estrecha vinculación con el fortalecimiento del Estado y la expansión del sistema educativo. El concepto abarca tanto a los funcionarios públicos como a los representantes de las llamadas profesiones liberales.
Dado que, a diferencia de la nobleza, su posición y prestigio social no dependían de
su origen sino de sus méritos y capacidad de rendimiento individuales así como de su
relación con el Estado, este grupo desarrolló formas de representación y legitimación
particulares. El hecho de compartir una formación académica, de haber recorrido procesos de socialización comunes y continuar la vida profesional como miembros de instituciones a las que sólo se accedía si se habían cumplido esos requisitos promovía un comportamiento de grupo cerrado que permitía a sus miembros diferenciarse de otros
estratos, primero de la nobleza y más tarde de la clase trabajadora. En la escala de valores de la Bildungsbürgertum predominaba el prestigio social por sobre la prosperidad económica. Sus integrantes eran mayoritariamente protestantes y constituían una elite cultural, en la medida en que ocupaban profesiones y posiciones en instituciones capaces de transportar los modelos burgueses imponiéndolos como dominantes. Este estrato tuvo un papel decisivo en las aspiraciones de unión de la nación alemana que se manifestaron en la Revolución del 48. Pero el fracaso de ésta y la posterior constitución del Imperio bajo la hegemonía de Prusia recortó sus posibilidades de participación política y la obligó a aceptar los parámetros del Estado bismarckiano (Vondung 1976).
En la Argentina de mediados del siglo XIX no existía un estrato social comparable, si
bien la revitalización de la esfera pública y la política de consolidación del Estado y
fomento de la educación y la ciencia que promovieron Sarmiento y sus sucesores permitían entrever un desarrollo en esa dirección. Burmeister, que llegó al país después de haberse labrado un alto prestigio científico internacional, no se mostró dispuesto a reconocer la legitimidad de las tradiciones académicas locales, por entonces menos desarrolladas y formalizadas que en su medio de origen, ni a tratar a las personas que actuaban en los círculos ilustrados del país como sus pares. Durante un tiempo, su contacto directo con el Poder Ejecutivo le permitió creer que tendría una posición dominante en el diseño de la política científica del país al punto de llegar a afirmar: “En todas estas cuestiones soy como un ministro, y todo lo que le escribo tiene validez, pues conmigo aquí no se hacen bromas. Todo lo que exijo se cumple”.
Pero lo cierto es que, en ese sentido, su capacidad de influencia en Argentina no sería mucho mayor de lo que había sido en Prusia. En la república sudamericana, la política general quedaba reservaba a los hijos del país y el rol que ésta le adjudicaba a Burmeister era muy distinto del de un ministro.
 

Notas
4) Una lista por orden cronológico de las publicaciones de Burmeister puede verse en Berg (1895: 325-357).
5).Respecto de la relación entre el concepto alemán Bildungsbürgertum y las teorías sociológicas norteamericanas sobre la profesionalización véanse Conze/Kocka (1985) y McClelland (1985). Sobre la relación entre la constitución de la Bildungsbürgertum y la formalización del sistema educativo en Prusia y otros estados alemanes durante los siglos XVIII y XIX véase Lundgreen (1985).
6) Carta de Burmeister a Siewert en mayo de 1870, cit. según Schultz Sellack (1874: 2). Traducción de la autora. No por casualidad el telegrama de felicitación que le envió Sarmiento se refería al aniversario del “día que la Universidad lo preparó para enriquecer a su país, ensanchando los dominios de la ciencias, é ilustrando los anales de la República Argentina con sus labores”,
7) Casi las mismas palabras con que años más tarde el presidente Carlos Pellegrini reconocía que Burmeister era digno de honores oficiales “por parte de la Nación en que pasó la época más fecunda de su vida, ilustrándola con obras de universal renombre”.

 

Bibliografía
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—     100 Sandra Carreras
—     7 Cit. según Burmeister (1880: 16); destacado de la autora.
—     8 “Decreto del Poder Ejecutivo ordenando honores al Dr. Burmeister”, cit. según Burmeister/Burmeister (1943: XVIII); destacado de la autora.
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