2012. compilado y traducido por Hugo P. Castello, MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".
En la “Historia de la Creación
”Burmeister abraza la idea que todas las especies son fijas y que son realizaciones imperfectas de una especie original, una ontología, que se presenta en fuerte oposición a la idea de Darwin de la variabilidad al azar de las especies.
Burmeister sostenía que esta idea de especies fijas modeladas a partir de una ideal era especialmente cierta para el género Homo. En su teoría había un ser humano ideal subyacente, perfecto, que fue alterado por la influencia de los diferentes habitats en el cual cada raza fue concebida. Mientras que algunos sostienen que Burmeister era un racista, otros sostienen que, a pesar de su opinión que había diferencias innatas entre las razas, la idea que todas eran copias imperfectas de una ideal perfecta, implica que ninguna raza es mejor que otra.
Su idealismo en este aspecto contrasta con su forma estricta empírica de pensar al rechazar la teoría de la evolución por su falta de videncia empírica.
Para Burmeister la evolución “estaba fuera del alcance de la justa experimentación”. En cualquier caso, lo mismo puede ser fácilmente dicho de su especie “ideal”. Mas aun, estudios genéticos modernos, prueban que Darwin tenia razón y que Burmeister estaba equivocado.
En Argentina, astutamente Burmeister llevó adelante sus obligaciones oficiales arreglando las colecciones y diseminando a nivel mundial sus conocimientos sobre ellas.
A pesar que él se oponía al transformismo, a través de sus viajes y las descripciones de los fósiles, Burmeister contribuyó a la acumulación de evidencias a su favor. Su estudio de los caballos fósiles en las pampas, que él publicó en una edición bilingüe germano-español preparada para la Exposición
de Filadelfia de 1876, es un ejemplo de un diálogo sostenido entre Burmeister y el Darwinismo. Una parte de los fósiles de caballos habían sido colectados por Darwin durante su viaje a bordo de
La dirección del Museo fue también procurada por Ameghino y por el Perito Moreno, pero la presencia autoritaria de Burmeister bloqueó a esos científicos de alcanzar ese codiciado puesto.
Sin embargo y gracias a la federalización de la ciudad de Buenos Aires y a la importancia que ganó la ciudad de La Plata , como capital de la Provincia de Buenos Aires, el Museo Público fue nacionalizado y se convirtió en el Museo Nacional de Buenos Aires.
En el Museo de Ciencias Naturales de La Plata Moreno y Ameghino tomaron las riendas del Museo, en forma conjunta al comienzo. Este nuevo espacio institucional tuvo lugar como consecuencia de la rivalidad existente entre el centralismo de la ciudad de Buenos Aires y las aspiraciones del resto de la provincia, representadas desde 1878 por el Gobernador Carlos Tejedor. Al mismo tiempo la creación del Museo de la Plata representaba un espacio alternativo al de Burmeister.
El final de una era
Burmeister, Ameghino y Moreno representaron en el último cuarto del siglo XIX una era intelectual en la cual se enfrentaban las corrientes antidarwnistas y las evolucionistas, pero los políticos y la clase alta porteña habían abrazado en el ínterin una corriente mucha mas materialista, donde la escena intelectual había llegado a su fin. Los tres investigadores más famosos de esa época no fueron pragmáticos y sus estudios de fósiles y sobre indígenas no se acercaban a los intereses económicos de los políticos, que hacia finales del siglo XIX, trataban de guiar a la ciencia hacia la aplicación práctica.
El historiador Juan Carlos Zuretti apunta que el foco de la investigación científica de esa época era la del creciente sector industrial, que estaba siendo alimentado por las 20.000 leguas de tierras conquistadas a los indios por la fuerza laboral de los inmigrantes y por la proliferación de las colonias agrícolas. Al mismo tiempo las obras públicas, como la construcción de los ferrocarriles, los proyectos de salud pública, y el desarrollo de los puertos promovían un interés creciente en los estudios tecnológicos, a expensas de la ciencia pura, particularmente entre 1890 y 1916. En palabras de Zuretti, “la gente valoraba el progreso material, amaba la acumulación de riqueza y tenia poco amor por los valores de la ciencia pura”.
José Babini se refiere a este momento como “la crisis del progreso científico en los 90´s”. Con esta crisis la investigación marchó al paso del diluvio de la inmigración, y siguió “detrás de un deseo utilitario y material”. No es pura coincidencia que la dolorosa dedicación de Ameghino y de Moreno a una ciencia pura o “no-industrial”, haya sido vista como un modelo de patriotismo, dado que el modelo de ciencia que estos dos científicos trataban de institucionalizar no se basaba en la riqueza, pero si en la creación de una herencia nacional.
Al igual que los artistas que debían vivir en la pobreza y el sufrimiento y estar excluidos de la fama, extrapolando esta condición del arte a la ciencia, Moreno fue descrito por sus seguidores como alguien que pasó por el vía crucis al vivir en la inhóspita frontera entre los indios, que estaban al acecho, en tanto Ameghino trabajó en la pobreza, sin ningún tipo apoyo oficial.
Paradójicamente, mientras los dos héroes del evolucionismo en Argentina trataban de sobrevivir en la adversidad, sus ideas darwinistas que habían defendido tan ardorosamente habían sido transformadas por la elite nacional, la cual la aprovechó para legitimizar sus acciones en la procura del progreso, como “la lucha por la vida” o la “supervivencia del mas apto” y así alcanzar el progreso del país y el suyo propio.*
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